Escuchar es la base de una buena comunicación. La comunicación no es innata, es aprendida. Como cualquier aprendizaje necesita práctica, constancia, atención y más adelante fluirá sin esfuerzo. Es un aprendizaje que realizamos desde la cuna, para los adultos este aprendizaje casi resulta imperceptible, porque es nuestro modo natural de comunicarnos, lo realizamos a diario, de modo continuado y no consciente, de ahí que parezca que se trata de una capacidad innata.
Podemos oír hablar, oír ruido, oír música pero eso no es escuchar. Escuchar es mucho más, además de oír es sentir lo que nos dice la otra persona. Y aunque tengamos oidos, podemos desatender y no enterarnos de lo que está ocurriendo.
Escuchar significa entender lo que dice el otro, sentir sus emociones, aceptar lo que siente y respetarle. Con este tipo de comunicación atendemos a lo que dice y a lo que no dice la otra persona. Lo que no dice será aquello que nos comunica mediante su tono de voz, la expresión de su cara… esta información nos transmite cómo se está sintiendo y complementa a su información verbal. Con todos estos datos podremos comprender mejor a nuestro interlocutor.
Con la escucha activa, resolveremos conflictos, nuestro interlocutor percibirá que le entendemos, se sentirá respetado y podrá expresarse cómodamente, pues sentirá que le prestamos atención.